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"Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro"
Albert Einstein

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domingo, 25 de marzo de 2012

Peppermint

Hace ya bastante que no me paso por aquí. He dejado este espacio un poco vacío en estos últimos meses.
Y aunque no tengo excusa, sí que tengo explicación, pero a ti mi querido lector, no te interesa eso.
Puede que incluso no te interese nada de lo que te voy a decir o a expresar en estas lineas, pero en mi ilusa y confiada mente de blogger, haré como que no es así :).

Siempre trato de mostrarte el lado positivo de las cosas, enseñarte una visión más edulcorada y esperanzadora de lo que se plantea realmente amargo y desolador. He tratado de regalarte esperanza, ilusión. Y puede que me halla equivocado.
Sí, me he dejado algo por el camino. Y de ese ALGO es de lo que vamos a hablar hoy.
Hoy voy a hablarte de la dececpción.
Porque es imposible comprender lo maravilloso de la esperanza sin conocer lo terrible del fracaso.
Porque no se puede valorar la oportunidad hasta que no se siente que lo has perdido todo y que no hay marcha atrás.
Pero estoy segura de que no te descubro nada nuevo, ¿Me equivoco?
Seguro que tú, tan bien como yo, conoces el fracaso y sus desagradables efectos secundarios.
Porque lo horrible no es equivocarse, fracasar o peder. Lo peor es todo lo que eso conlleva.
La decepción en tu rostro y en el de los que te acompañan..
El tiempo y la dedicación empleadas a un objetivo que no se cumple...
La frustración de no haber logrado algo para lo que has puesto todo tu empeño...
La agonía de saber las consecuencias de no cumplir los objetivos necesarios...

Además el consecuente fustigamiento mental al que nos sometemos nosotros mismos:
No sirvo para nada... No podré alcanzar mis metas... Esto es lo mejor que lo pudo hacer... No llegaré nunca a nada... Soy un torpe, un inútil...

Sí! desde luego es una sensación gloriosa ¿verdad?
y después del fracaso, de sus efectos secundarios y de la tortura personal, viene el momento definitivo, la lucha entre el destino, la mente y tú mismo;
Ese momento en el que te encuentras completamente perdido, sin saber a donde dirigir tus esfuerzos, si es que aun te quedan, y te haces la terrible pregunta: ¿Que hago ahora?
Porque ese es el problema querido lector! No se trata sólo de equivocarse en una acción, en un momento, situación y espacio concretos. No no, esto abarca mucho más.
Se trata del desmoronamiento total de tus planteamiento, el declibe de tu estructura mental. El momento en el que tooooodas las ideas que mantenías seguras y grabadas a fuego en tu frágil e inconsciente mente se derrumban cual castillo de naipes mecido por la sarcástica brisa veraniega. CATAPLOF!
Y ya está! ¿Ahora qué? Si no queda nada, nada a lo que sujetarse. Nada por lo que creer, luchar o simplemente algo en lo que centrar tu odio y culpar de tus desgracias.

No, no hay nada. Solos tú, el destino y la tragedia.

Pero no te voy a dejar así de perdido, amadísimo lector. No, claro que no.
Voy a darte un pequeño secreto, una pequeña pista para volver a encontrar el camino cuando te encuentres en ese cruce de universos internos y externos.
Sólo memoriza esta frase: Nada de lo que crees, es tal y como crees.

QUÉEEE?? O sea que tu idea de orientar al desorientado es confundirle aun más???

Nooooooo, tranquilidad. No se trata de nada de eso.
Se trata de que seas capaz de juzgar los hechos con objetividad.
De verdad crees que el fracaso ha sido tan horrible? Está todo realmente perdido? No hay ninguna solución posible? Tan decepcionados están tus seres queridos? De verdad todo lo que has hecho no ha servido para nada? En serio crees que no vales para nada?

Seguro que si te hicieran estas preguntas en otro momento más agradable, contestarías de manera muy diferente, y seguramente más acertada.
Entonces, mi querido lector, mi consejo es que no te dejes llevar por la amargura del momento.
Haz el favor de secar tus lágrimas, estabilizar tu respiración entrecortada, deja de mover la pierna nerviosamente y de obcecarte en lo horrible de la situación y la gravedad de los hechos.
Date otra oportunidad, ¿no crees que te la mereces?
Tú sabes perfectamente que la constancia y la perseverancía conducen al éxito, pues intentalo otra vez, algo habrás aprendido de la vez anterior. Algo habrá cambiado en ti para que ahora sea mejor.

Tú puedes hacer mucho más por el mundo que lamentarte por él. Pues, a qué esperas para demostrarlo?

Adelante.