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"Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro"
Albert Einstein

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martes, 2 de septiembre de 2014

Reflexiones en voz Alta.



Algunas veces pasa que las ganas de escribir son más grandes que la propia idea que tienes para contar.
A mi, como a muchas personas, no me apetece escribir cuando estoy bien, cuando estoy contenta y radiante de felicidad. Eso sólo me ocurre una vez entre cincuenta textos.
No, la verdad que es que la mayoría de las veces escribo cuando hay algo que no me cuadra. Algo que necesito contar y, sobretodo, reflexionar en voz alta.

Así que hoy, mi querido lector, vamos a repasar algunas lecciones fundamentales que creo que nos(me) vienen bien recordar:

Durante mucho tiempo, creí que las ideas definían a las personas; tú eres aquello que piensas y que defiendes. Tus creencias, opiniones, pensamientos... conforman la persona que tú eres y delimitan de alguna manera lo que vas a pensar y hacer de aquí al futuro. Sin embargo, ahora mismo no estoy de acuerdo.
Creo que las opiniones son sólo eso, opiniones. Ideas heredadas de una cultura, una educación o una experiencia, pero desde luego no pueden delimitar lo que eres ni muchísimo menos lo que serás. Tus ideas no serás más que tuyas si no las conviertes en actos, por tanto, lo que nos distancia unos de otros no son las opiniones, sino los actos. Y creo que muchos actos nos unen más de lo que cualquier opinión pudiera distanciarnos nunca.
Por esto, la lección que saco en claro es: Todas las opiniones son respetables. Todos los actos no.

Siempre he tenido una ligera obsesión con el tiempo. Me agobia mucho la idea de pasado, presente y futuro. Un pasado que no volverá me pone triste. Un presente que no entiendo me agobia. Un futuro que no conozco me da miedo. Me paso mucho tiempo planteándome que voy a hacer en este nuevo minuto de mi vida del cual no conozco absolutamente nada. Añoro miles de cosas del ayer, los recuerdos me torturan en muchísimas ocasiones y me imagino mil futuros diferentes que, en verdad, sé que no son posibles. Sin embargo, ahora mismo no estoy tan agobiada. Creo haberme dado cuenta de que el tiempo pasa, quieras o no, y que vivir angustiado no nos facilita absolutamente nada. Al contrario.
Nada dura para siempre, ni lo bueno ni lo malo. Por eso hay que aprovechar para coger el máximo de ese nuevo segundo que estás viviendo y que nunca más volverá.
Por esto, la lección que saco en claro es: La única manera de aprovechar el tiempo es aprendiendo de cada instante.

Muchas veces he escuchado que el tiempo hace el olvido. He intentado olvidar muchísimas cosas, experiencias que no me han gustado, personas que me han dolido o situaciones que me han avergonzado. Pero el olvido no es algo que se elige, es algo que se te da y se te quita sin razón aparente. Y cuando crees que lo has olvidado, el recuerdo te sacude la cara con su guante de hielo, con ese escalofrío que te recorre la espina dorsal recordándote todo aquello que creíste dejar atrás.  Sin embargo, ahora creo que el olvido no es la solución de nada. Algunas cosas no se trata de olvidarlas, sino de aprender a vivir con ellas y aceptar lo que conllevan.
Por esto, la lección que saco en claro es: Saltar los obstáculos es mucho mejor que rodearlos.

Y por último, creo que muchas veces fuerzo cosas que no tienen que ser. Como casi todos, yo también tengo varias facetas de mi misma y, tengo que reconocer, que alguna vez he focalizado la atención en alguna en concreto para hacer las simpatías de alguien. Sin embargo, creo que es un absoluto error. No tenemos que fingir ser quien no somos por nadie. Nadie lo merece, ni que hagan ese esfuerzo por él ni que le mientan de esa manera. Creo que no hay nada más bonito que las cosas que suceden de manera natural y te sorprenden.
Por esto, la lección que saco en claro es: Lo que no tiene que ser, no será. Ni más ni menos.


Y hasta aquí mis reflexiones de hoy. Gracias por acompañarme en este pequeño paseo.