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"Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro"
Albert Einstein

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sábado, 11 de agosto de 2012

In your face

Cómo se llama a quien cambia de opinión cada dos por tres?
Al que cambia de gustos según el momento en el que se encuentre?
Cómo se dice a aquel que utiliza las expresiones y palabras de la gente con la que se rodea?

Seguro que tú, mi querido lector, adelantándote a mi, tendrás ya una opinión acerca de este tipo de personas:
Falsas, hipócritas, manejables, mentirosas, ridículas, plagiadores...

Se parece a lo que tú has pensado?
Permíteme que te corrija, queridísimo lector, pero eso es lo que haces, exactamente, tú.
Y yo
Y todos.
 A eso se le llama Humanidad. Y como ser humano que eres, tú también eres influenciable.

Nos dejamos llevar por las apariencias, los cotilleos, los chismorreos y los rumores. Hacemos caso de opiniones indiscriminadamente, sin atender a su emisor, ni a su portavoz.
Nos creemos todo lo que nos dicen. Sobre nuestro mundo, sobre nuestro entorno.
Nuestra ciudad, nuestro instituto, nuestro barrio, nuestros amigos. Y sobretodo, sobre nosotros mismos.

Y por qué? Por qué creemos con tanta seguridad lo que otros opinen sobre nosotros antes de lo que nosotros sabemos somos nuestra misma persona.
Si alguien te tacha alguna vez de egoísta, por ejemplo, te pasarás la vida creyendo que así eres hasta que otra persona te coloque el cartel de generoso.
Así de simple funcionamos.
Y da igual lo que te digan, siempre te lo crees. Aunque hay veces en las que ese adjetivo no nos agrada del todo, quizá por el estereotipo que representa o la fama que tiene. Te da vergüenza ser así o que el resto crea que eres así. Y llegando a la cumbre de la estupidez, no descansarás hasta encontrar el suficiente número de personas que nieguen esa afirmación, para convencerte a ti, y a ellos, de que eso no tiene nada que ver con tu estilo de vida.

Y la pregunta es, por qué? Por qué dejar que el resto defina nuestra personalidad? Por qué dejar al gusto de otros cómo somos, cómo nos comportamos y cómo queremos ser? Por qué no somos capaces de dirigir y controlar nuestra propia vida?

Porque a veces es dificil. Porque no siempre todo lo que tenemos dentro nos gusta y nos enorgullece.
Hay veces en las que nos sorprendemos de nuestras propias acciones. Nos austamos de nuestros pensamientos o reacciones, porque no nos creíamos capaces de tal.
Y esto es, porque, en realidad, nunca nos llegamos a conocer del todo.
Quizá la solución sería dejar de buscar definiciones. Olvidar la opinión que tenías de ti mismo y centrarte en vivir tu vida. Simplemente. No confundir el quién eres, con el quién creen que soy o quién quiero ser.

A lo largo de nuestra vida cambiaremos mil y una veces de opinión
Viviremos cientos de expieriencias que modificarán nuestros gustos
Y hablaremos con tantas personas que aprenderemos una nueva expresión cada día.

No te pongas límites. No te dejes encerrar por una absurda definición.

Rompe todos los esquemas. Cambia. Haz lo que quieras con tu vida y vívela al máximo.
Porque esta vida es muy corta, queridísimo lector, como para desperdiciarla tratando de acotar nuestra personalidad.

domingo, 5 de agosto de 2012

Hakuna Matata

La vida no es justa. Lo sé, no te descubro nada nuevo querido lector.
Ya sabíamos todos que el equilibrio cósmico entre el bien y el mal se encuentra en mantenimiento desde hace muchos, muchísimos años.
Los agentes encargados de la recompensación o castigo por las acciones parecen haberse ido a por tabaco.
Ya no existe el bien y el mal absoluto. Ahora todo es relativo

Y por su puesto, en un mundo tan egocéntrico y egoista, por relativo quiere decir, relativo a mí.
El bien y el mal se verán juzgados en relación a las consecuencias que en mí tengan, no es así?

Y esto, dentro de lo que cabe, no es muy grave. La valoración que tu puedas concretar a algo no implica al resto. O si?

Pueden afectar a los demás los juicios que yo imponga, según mi criterio, a las acciones? Sí? No? Tal vez?
y si es así, de qué manera les afecta?

Quizá hayamos traspasado la frontera y ya no sólo opinemos de acciones o hechos. Quizá hayamos incluido también a las personas.
Tachamos de incultos, de egoistas, de tontos, de interesados, de mentirosos, de traicioneros, de superficiales, de pesados, de tristes, de necesitados.
Interesante que todo sean cosas malas, eh?

Nos tomamos la libertad de juzgar al resto bajo un baremo variable que sólo nosotros conocemos, que nadie más comparte en su exactitud y que sería imposible de exponer o racionalizar.
Y a pesar de lo absurdo y ridículo que suena, lo tomamos como prueba fiable a nuestro criterio.

Quiénes somos nosotros para decidir qué está bien y qué mal?
Quién te crees que eres para obviar todas las cualidades de una persona y encerrarla bajo la descripción breve que pueda aportar un adjetivo?
Qué poder sobrehumano nos coloca por encima del bien y del mal y nos capacita para juzgarlo todo?

No somos nadie. No podemos valorarlo. No somos capaces. Es inútil intentarlo.

No por tachar a alguien de egoista tú lo serás menos. Y no por colocar el Sanbenito a una persona inmaduro tu te volverás más maduro.
Recuerda que el relativismo sólo funciona contigo, no con el resto ;)

Ahora, más que nunca.