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"Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro"
Albert Einstein

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jueves, 2 de mayo de 2013

Un café con Sal


"Déjame vivir libre, libre como el aire. Me enseñaste a volar y ahora... me cortas las alas"

Dicen que el animal mas terco es la mula. Que jamás podrás convencer a una mula de que cambie su sentido o su camino. Que por donde la mula quiera ir, la mula irá. Y si no quiere ir, ten por seguro que no la vas a mover.

Supongo que el autor de este dicho tan popular debió de vivir solo toda su vida y no se encontró con un ser humano a lo largo de su existencia. Yo no he encontrado bicho más tozudo que el ser humano. Me incluyo, no quiero ser injusta.
Mis amigos, mis profesores, mi familia... en definitiva, todo aquel que me conoce un poquito, suelen decir que es imposible convencerme de nada. Dicen que a mi no se me puede decir qué tengo o no que hacer, porque no voy a hacer caso a nadie, y que hemos tenido la suerte de que lo que tengo que hacer coincide con lo que quiero hacer.
No se si eso quiere decir que tengo una fuerza de voluntad magnífica o que tengo el orgullo y la prepotencia tan hinchado que no hago caso a nadie que no sea yo.
Pero lo triste, es que es cierto. Cada movimiento sale de mi máxima convicción, quizá por eso me duele tanto cuando me equivoco; porque hubiese puesto la mano en el fuego por esa decisión. Conmigo, o cero o nada. Si en el término medio estaba la virtud, soy la más desvirtuada de la vida.

Gracias a Dios, esto no sólo me sucede a mi. Este mundo está lleno de melones, cabezones, tercos, enfilados, cabezotas y tozudos. Gente que "se les mete algo entre ceja y ceja y no paran hasta conseguirlo".
Pero, ¿Hasta que punto esta bien luchar por un objetivo? ¿Dónde está el limite entre la esperanza y la inconsciencia? ¿Entre el tesón y la pesadez? ¿Entre la constancia y la eternidad?

Hay cosas que deben venir solas, que no se pueden forzar. Es como formar una nube:
Por mucho que soples, por mucho que salpiques en el agua y por mucho que subas el fuego, no habrá nube a tu trabajo. Solo puedes sentarte, esperar y esperar, y creer en la esperanza de que tu nube se formará. Y saldrá el Sol, se ocultará, y volverá a salir. Así las veces que sea. Hasta que un día te levantes, mires arriba y ahí, esponjosa y blanquita, verás tu nube. Esa nube que ha nacido, no de tu trabajo o tu insistencia, sino de tu paciencia y tu saber esperar.

Está bien luchar por lo que se quiere, pero está mucho mejor saber cuando parar y esperar que el tiempo, el viento o el destino nos traigan lo que necesitamos. Porque quizá, y solo quizá, eso que queremos no lo necesitamos tanto. No era tan bueno como creíamos o tan indispensable como lo imaginábamos. Y sólo el tiempo nos dará la oportunidad de darnos cuenta.


No hagas de una meta tu vida. Construye tu vida con metas


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