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"Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro"
Albert Einstein

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sábado, 29 de octubre de 2016

Sigue jugando




Qué delicada es la paz.
Qué tremendamente fácil es comenzar un guerra. Una lucha. Una batalla.

Una batalla siempre perdida.


Cuando pasan estas cosas, no puedo evitar imaginarme los mil y unos diferentes escenarios en los que esto podría haber sido otra cosa. Todos los universos en los que podría haber habido otro final.
Pero la realidad es solo una. El tiempo es el que tenemos y pensar en otros es redundante.

Es tóxico.

Cuando pasan estas cosas, solemos pensar que todo podría haber ido bien. Que estuvimos tan cerca de la perfección. Que ese pequeño detalle lo fastidió todo y que, sin eso, todo habría sido genial. Pero no es cierto. Hay cosas que no están hechas para salir bien.

Hay cosas que cuando salen mal, están saliendo bien.

Y no pasa nada. En realidad todos seguimos adelante.
Pero la autoestima es una brújula desimantada, que apunta donde quiere y cuando quiere. No es nada de fiar.

¿Por qué parece que todas las interacciones que tenemos con otras personas deben tener significado?
¿Por qué nos cuesta tanto entender que la mayoría de las veces no dejamos huella?
No dejamos huella.
No cambiamos la vida a nadie.
No somo un antes y un después. Y eso nos duele.

Porque sabemos que somos especiales, que valemos la pena y que podemos dejar rastro en las vidas que tocamos. Solo que, a veces, eso no es así o no tanto como quisieramos.

Hoy la brújula dice que yo no soy lo suficiente para hacer un cambio. Dice que me faltan detalles, cosas que se adapten mejor al hueco que, sin quererlo, he intentado rellenar.
Dice la brújula que no ha sido un mal intento, pero por favor, ni de lejos. Dice que me han ganado la partida, y que si quiero jugar de nuevo.


Escúchame. Soy todo lo que tengo que ser. Yo no hago cambios, yo soy el cambio que necesito ver en mi vida y en el mundo.
Mis detalles se multiplican en cada pestañeo y mi misión no es rellanar espacios que nadie me llamó a llenar.
No estaba compitiendo, no lo estaba intendando. No he perdido nada porque yo sigo conmigo y ese es mi premio.

Que juegue tu madre. Im done with this.

Soy una batalla perdida, en una guerra que ya ha firmado la paz.

lunes, 27 de junio de 2016

Daydreamer





Otra vez aquí. Tú y yo. Yo y tú.
Siempre el uno para el otro, eh?

Bueno, miento. Tú, yo y la hoja en blanco.

Tú no lo sabes. Claro, cómo ibas a saberlo? Si yo no te lo he contado, y no eres de mucho preguntar. Me tienes siempre en vilo, a la espera de que digas algo que yo sea capaz de entender. A la espera de que puedas entender lo que yo te estoy diciendo. Tú no eres de muchas palabras.

Pero, en fin, sigamos.

Te decía, pues, que hay algo que tú no sabes y es que tú, como tú, vas cambiando.
Nunca eres el mismo tú.
Te mueves según mis ojos, mis dientes y mis manos. Pero esto no es de ahora. Si lo piensas, esto ha sido así siempre.
Tú has tenido los ojos más bonitos del mundo y la colonia más rica.
Has sido mi recuento de pecas favorito y mis paseos más largos.
Contigo he visto madrugadas de todos los colores.
Tú me has reventado en mil pedazos para que, luego, tú me hayas intentado coser con aguja de punta fina. Pero aguja al fin y al cabo.


Tú. Siempre has sido tú. Pero tú a veces has sido yo.
Has sido mis miedos, mis inseguridades y mis debilidades.
Tú has sido la sorpresa del día, la despedida del año y la lección de la vida.

Tú vas cambiando y yo sigo inmóvil, viendo cómo decides aparecer o desaparecer de mi vista y quién decides ser ahora. Mientras, yo soy los mismos ojos ambarinos, la mismas costillas llenas de cosquillas y los mismos supiros tristes.

Ahora estás otra vez aquí. No sé cuándo decidiste volver ni por qué, claro, qué voy a saber yo si tú a mi no me cuentas nada. Si tú jamás me quieres explicar qué haces, qué dices, qué piensas. Porque tú solo vienes, me enredas, me tejes, me coses y me llenas de cenefas. Me pintas de tus colores favoritos, luego me dices que no te gustan, luego te vuelven a gustar. Dices que con la luz del atardecer, se ven mejor.

Y luego, te vas. Otra vez. Sin explicaciones, sin despedidas.

¿En qué pensarías tú cuando me pintabas? Quizá, en otros colores, en otros pinceles. En otras costillas con otras cosquillas. En otra luz, quizá del amanecer, o puede que incluso en la noche más cerrada.

No me lo vas a decir. Pero lo cierto es que te gusta que sea tu lienzo. El problema es que yo ya estoy cansada de aguantar tus brochas, tus pinceladas y tus colores imposibles. Estoy harta de intentar que la luz sea perfecta, de sentirme mal por los temblores de mi piel y por los crujidos de mis articulaciones. Porque lo intento yo, intento cosas que tú nunca me pides, que ni siquiera sé si son necesarias.

Estoy llena de ti, y cuando te vayas de nuevo me quedaré vacía y quebradiza. Pero te tienes que ir.
Te tienes que ir porque aunque me encantan tus colores...

Me gusta mucho más el color de mis ojos.


Te decía que tú cambias mientras yo sigo como siempre. Creo que te he mentido.
Tú cambias porque yo lo hice primero, porque siempre apareces en el momento más perfecto y te vas cuando menos conviene. Haces lo que te da la gana.

Déjame que me cosa y me coloree yo sola y, así, cuando vuelvas, podré decirte que a quien buscas...
ya no existe.

viernes, 8 de abril de 2016

¿Qué? ¿Qué de qué?




Hay días en los que el Sol te levanta suavemente por la mañana.
Días en los que el espejo te devuelve una imagen alegre, natural, bonita.

Hay días en los que todo parece que va rodado, las escenas de un cuento perfecto que se suceden unas a otras suave, dulce, tranquilamente. Y allí estas tú, protagonista, luciendo sonrisa de anuncio y preguntándote que has hecho tú para merecer tanta suerte y tanta belleza.

Hoy no es uno de esos días.

Hoy en un día de "para qué me habre levantado yo de la cama". De no encontrar las ganas de seguir porque no sabes en qué dirección andas ni si vas demasiado deprisa o demasiado despacio.

Hoy me han hecho sentir que pedía el tiempo. Me han hecho sentir que mi criterio no tenía valor, que mi voz debía ser callada y que sólo me necesitaban por mi existencia corporal.

Existencia corporal que, dicho sea de paso, han juzgado, han opinado y han criticado a su antojo. Hoy me han hecho sentir que solo valgo por mi cuerpo y que, además, mi cuerpo no vale para nada.
Me han querido avergnzar, me han puesto al límite y he sentido la necesidad de gritar, de reñir, de denunciar todas esas injusticias que estaba viendo y padeciendo.

Pero no lo he hecho. Me he callado.
Me he callado por no discutir, por no sembrar en mi sentimiento de enfado y odio. Pero la realidad es que ya estaba plantado y, ahora, los brotes se están extendiendo.


Todos esos brotes que se riegan con las demasiadas responsabilidades que tengo, la falta de tiempo, la desmotivación, el nerviosismo y, por supuesto, con antiguos demonios.

Otra vez, me he sentido mal conmigo misma y, otra vez, me he echado la culpa a mi.
Por eso escribo estás lineas, totalmente para mi, para entender DE UNA VEZ que no, que no ha sido culpa mia. QUe yo no puedo elegir lo que oigo ni lo que siento, y que la reacción a las palabras ajenas se puede controlar pero no lo que nos afecta.

Hoy tengo la cabeza llena de dudas, de miedos, de nostalgia y de rabia. Hoy tengo ganas de que se solucione todo solo.

Pero no va a ocurrir. Por eso, mañana pienso levantarme con la esperanza de que sea uno de esos días en los que el Sol te levanta suavemente por la mañana.

sábado, 16 de enero de 2016

Novena Sinfonía



Non é facile, 
avere le ragione per ridere 
quando andiamo fuori di testa, 




Los artistas nunca supieron que eran artistas. Ni los escritores que cambiarian la mente del mundo.

Nadie controla el momento que vive. Creemos estar en la cresta de la ola, o en rozando el suelo con las rodillas, pero la realidad es que no tenemos ni idea de dónde estamos porque nadie puede conocer pasado, presente y futuro al mismo tiempo.

No sabemos qué pasará mañana. Nos fuimos a la cama sin saber si el día de hoy fue peor o mejor que el de hoy, porque saludamos al día sin saber lo que vamos a enfrentar.

Y te puede asustar, querido lector, desconocer a donde vas. Lo que va a suceder. Sin saber a donde se dirigen tus pasos. Pero por favor.

Por favor.

No te pares. Sigue. Continua. No tengas miedo.

Porque Bécquer no sabía que la gente leería sus versos en su boda.
Ni Van Gogh que la gente mataría por sus pinturas.
Ni Beethoven que sus sinfonías saltarían lágrimas a la gente.


No puedes saber la repercusión que tendrás en el mundo, querido lector. No lo sabes, no lo sabrás. Pero eso no significa que debas dejar de intentar ser importante. Eso no significa que no lo vayas a ser. 




No te estás dando cuenta, pero tienes miles de hilos pendientes de tus muñecas que ajustan o aflojan cientos de aventuras a tu paso.

Sigue, que el miedo no te paralice.

Los artistas nunca supieron que eran artistas.